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Muere Juan Marsé a los 87 años, el escritor que desnudó a la burguesía catalana

Daniel Arjona
Muere Juan Marsé a los 87 años, el escritor que desnudó a la burguesía catalana

Autor de 'Últimas tardes con Teresa', 'La oscura historia de la prima Montse' o 'El embrujo de Shangay', su obra toca la cumbre de la literatura española del último medio siglo.

Ya era adulto cuando descubrió, con sorpresa, las razones de su nacimiento. Ocurrió la noche del 9 de enero de 1933 en la casa del servicio de una mansión burguesa del barrio de Sarrià, en Barcelona, y su madre no sobrevivió al parto. Apenas dos semanas después el desamparado viudo, chófer de profesión, entregaba al niño en adopción a una pareja de payeses de Sant Jaume dels Domenys, en el Baix Penedès, que acababa de perder a su propio hijo: Pep Marsé y Berta Carbó. Así, al tomar los apellidos de sus nuevos progenitores, el pequeño Joan Faneca se convirtió en Juan Marsé adquiriendo a la postre el nombre con el que cumpliría su destino literario como uno de los novelistas españoles capitales de la segunda mitad del siglo XX. Juan Marsé ha muerto hoy en Barcelona a los 87 años.

[La geografía literaria esencial del autor]

Oscar Wilde advirtió que hay quien muere por encima de sus posibilidades y el gran biógrafo de Marsé, Josep Maria Cuenca, abría su ensayo sobre el escritor apostillando irónicamente que el autor de novelas impresionantes de la literatura española como 'Últimas tardes con Teresa' o 'El embrujo de Shangay', nació indudablemente por encima de sus posibilidades. Relata Cuenca en el prólogo de 'Cuando llega la felicidad' (Anagrama, 2015) que cuando contactó con Marsé para poner en marcha su biografía, este le previno de que su vida "carecía del más mínimo interés". Y en una entrevista reciente a El Confidencial, el escritor ya retirado se caracterizaba a sí mismo mismo como gandul y, a la pregunta, de si podía vivir sin escribir, no dudaba: "claro y hubiera sido muy feliz. ¿Acaso Paquirrín no es feliz?".

[Habría sido muy feliz sin escribir. ¿Acaso Paquirrín no es feliz?]

 
 
'Mientras llega la felicidad' (Anagrama)
'Mientras llega la felicidad' (Anagrama)

Al final de aquella biografía, Josep Maria Cuenca recuerda una de sus últimas tardes con Marsé un verano en su casa de Calafell, cuando después de dos horas de conversación le invitó a pasar al interior de la casa para mostrarle lo que estaba escribiendo. A Cuenca se le ocurrió de pronto preguntarle por la felicidad y el escritor reflexionó unos segundos "y respondió con su proverbial desafectación": "La felicidad es un objetivo circunstancial relacionado con determinados momentos muy concretos, muy fácilmente identificables. Existen formas de felicidad; las puedo precisar sin ninguna dificultad. Para mí, por ejemplo, puede ser incluso una cosa tan sencilla como una canción de Cole Porter en el momento oportuno, casi siempre imprevisto. Y por supuesto una novela de Stevenson o una película de John Ford. Y claro está, en fin, la felicidad está relacionada con el amor y con muchísimas otras cosas generalmente poco duraderas o poco estables en el tiempo. Pero en términos generales no es algo que me haya obsesionado nunca. Y tampoco me siento particularmente infeliz. Las contrariedades y las adversidades de la vida me parecen lo más natural del mundo; algo ineludible. De todas maneras, yo creo que los momentos más felices de mi vida se dan cuando uno consigue dejar de pensar en sí mismo".

Del taller a la escritura

Tras una infancia alterada por la guerra, el carácter del joven Marsé solidificaría en los años de hambre, pasión por los libros y el cine y primeros amores y oficios de los atroces 40. También escribió entonces sus primeros cuentos bajo el influjo de Stevenson, Dickens y Hemingway y lo hizo en español, lengua en la que ya se desarrollaría toda su carrera literaria, lo que en más de una ocasión le convertiría en objetivo de identitarios diversos como los que en el último sarampión nacionalista catalán que conocemos como 'procés' mancillaron sus libros en algunas librerías catalanas con tachaduras e insultos como 'botifler'. En aquellos días, el escritor explicó que el nacionalismo le parecía "una ficción" y que "la patria del escritor no es la lengua, sino el lenguaje".

 

Juan Marsé, a finales de 1960, en la casa familiar de la calle Martí durante una entrevista realizada por Vázquez Montalbán. Foto: Miguel Barceló (Familia Marsé Hoyas)
Juan Marsé, a finales de 1960, en la casa familiar de la calle Martí durante una entrevista realizada por Vázquez Montalbán. Foto: Miguel Barceló (Familia Marsé Hoyas)

 

Desde que pasó sin ostentación del taller de joyería en el que trabajó hasta 1965 a publicar sus primeras novelas, Marsé construyó, libro a libro, una carrera de novelista puro, sin sentir nunca la urgencia de hacerse pasar por intelectual que tantos son incapaces de evitar, y tal vez por eso, nunca le faltaron lectores. Hasta 1982 dejó nada menos que tres clásicos irrebatibles de la lengua castellana: 'Últimas tardes con Teresa' (1966), 'Si te dicen que caí' (1973) y 'Un día volveré' (1982). A partir de entonces llegaron también los premios y los reconocimientos oficiales que culminó el premio Cervantes en 2009. Y más novelas espléndidas como 'Ronda del Guinardó' (1984), 'El embrujo de Shanghai' (1993) o 'Caligrafía de los sueños'' (2011). En 2016 firmó la última, 'Esa puta tan distinguida', en la que ajustaba cuentas con el cine.

La relación de Marsé con el cine fue intensa y frustrante. “Este hombre nunca dejará de ser el más virulento y distinguido forúnculo político en la nalga izquierda del escurrido culo del cine español”, leemos en las primeras páginas de la citada 'Esa puta tan distinguida'. Las adaptaciones de sus películas le sumieron en la vergüenza; no es que no le gustaran, es que, en general, le horrorizaban. El director Vicente Aranda fue quien lo intentó más veces: 'La muchacha de las bragas de oro' (1980), 'Si te dicen que caí (1989) o 'El amante bilingüe' (1993). Mención aparte merece la desastrosa adaptación de 'El embrujo de Shangai' cuyo guion preparó en primer lugar Víctor Erice pero que acabaría rodando Fernando Trueba en 2002, versión que Marsé criticó con dureza.

Teresa y el Pijoaparte

Aquel libro fue una bomba orsini arrojada al patio de butacas de la burguesía catalana. Hablamos de 'Últimas tardes con Teresa', una de las mejores novelas de Marsé y sin duda en la que plasmó sus más emblemáticos y recordados personajes. Como ese trepa de arrabal apodado Pijoaparte que seduce a una niña rica a lo largo de páginas de narrativa poderosa, crítica social y humor en la que la voz del narrador interpela directamente al lector e incluso llega a facilitarle su número de teléfono real que al final Marsé suprimió antes de la publicación por consejo de Carlos Barral.

 

'Últimas tardes con Teresa'
'Últimas tardes con Teresa'

 

 

Un joven Vargas Llosa saludó la tercera novela de Marsé con una crítica que aunque aparentemente elogiosa no deja de ser ambigua, como señala en su biografía Josep Maria Cuenca: "Irritará a todo el mundo. En muchos campos -pero principalmente en tres: la literatura, la sociología y la política- el libro destila una agresividad tan hiriente y corrosiva que su razón de ser se diría que es la exclusiva provocación. Su materia profunda es la anarquía; su lenguaje, el sarcasmo y sus estructuras las del inverosímil folletín".

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