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A quien no quiere limonada…

A quien no quiere limonada…

Hay quienes viven un idilio eterno con el odio; son los que “buscan coléricos la mancha o defecto y gozan cuando la hallan”. Así retrató José Martí a esas “almas ruines”, que han reverdecido en las últimas semanas en las redes sociales y en medios de prensa, que vegetan —financieramente hablando— mientras profesan su ojeriza hacia la Revolución cubana. Vienen a ser —ahora me sale la estirpe montuna— gallos y gallinas con el pico abierto, debajo de la mata de ateje, en espera de que caiga el racimo, no de frutos rojizos, sino verdes, verdecitos.

En esas coordenadas se inscribe el reciente capítulo de la campaña de satanización de los líderes cubanos, específicamente del Presidente de la República Miguel Díaz-Canel, blanco de mofas que pretenden ridiculizarlo ante la opinión pública, porque les carcome que la Revolución no terminara con sus guerrilleros.

Como siempre, buscan o inventan algún pretexto, un pie, en este caso más que forzado; esta vez todo comenzó a raíz de una información publicada en el Noticiero Nacional de la Televisión (NTV) el pasado 24 de mayo, centrada en un tema de la agenda gubernamental: la producción de alimentos, análisis encabezado por Díaz-Canel y el primer ministro Manuel Marrero Cruz.

Además de citar a Marrero Cruz y a los titulares de la Industria Alimentaria y de la Agricultura, Manuel Sobrino Martínez y Gustavo Rodríguez Rollero, en ese orden, el reporte en cuestión incluyó el llamado del mandatario a incrementar la producción de alimentos.

Ese sector adquiere un valor estratégico —recordó Díaz-Canel— refrendado por documentos rectores como los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista y el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030.

Más adelante, el Presidente reflexionó en torno a un asunto que no ha encontrado suficientes oídos receptivos, al menos en acciones visibles: la urgencia de romper todas las trabas y la arraigada mentalidad importadora, y de aumentar las exportaciones para captar el tan necesitado financiamiento.

Finalmente, instaba a retomar la producción de jugos naturales como la de guarapo, y a fomentar el cultivo de limones. Y a sabiendas de que si algo le sobra a este archipiélago son los grados Celsius, añadía: “La limonada es la base de todo, (…) a una base de refresco de limón, tú le echas cualquier otra cosa y es un refresco superagradable y superbueno”.

Solo bastó esa frase, más en específico: “La limonada es la base de todo”, para que medios de comunicación y perfiles en redes sociales —con alergia crónica a la Revolución— la descontextualizaran y vertebraran la alharaca con el malsano propósito de denostar al Jefe de Estado de una y mil formas, incluida una lluvia de memes.

Del árbol —léase la información de marras del NTV— tomaron una hoja y se olvidaron del tronco, de las ramas y de su raíz. Omitieron que ante la situación económica internacional provocada por la COVID-19, el Gobierno cubano implementa medidas para enfrentar la crisis, con prioridad tanto para la sustitución de importaciones como para el fomento de las exportaciones.

Las autoridades de la isla no han dejado de concederle preeminencia en su temario a la producción alimentaria y, por consiguiente, se labora en la reactivación de la tecnología de ese sector y en promover la industria a nivel local y municipal. Obviaron todo ello y más, y se quedaron —ya dije— con una hoja, a conveniencia.

Una certeza salta a ojos vistas nuevamente: para posicionar matrices de opinión arbitrariamente, los susodichos medios miran con microscopio la generación de contenidos del sistema de medios públicos cubanos y se agarran, si es preciso, hasta de un clavo caliente; todo lo cual, más que presuponer, exige que pongamos en solfa nuestro ejercicio periodístico.

La construcción de ese discurso desmovilizador, subversivo y con tintes anexionistas per se, tuvo como piedra basal, por ejemplo, en el período de 2017 al 2019, alrededor de 120 millones de dólares que sufragaron los contribuyentes de Estados Unidos, como lo denunciara el propio Díaz-Canel en la clausura del IV Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su IX Legislatura el 21 de diciembre pasado.

Si esos billetes han servido de alfombra desde antaño en las intenciones de desmontar el proyecto de la Revolución, nacido y crecido digamos que en las propias narices de Estados Unidos, ¿cómo no creer que buena parte de las noticias falsas que circulan por las redes sociales y los consabidos medios no son hijas de la obsesión anticubana, enfocada ahora en desacreditar los resultados de esta isla en el enfrentamiento al SARS-CoV-2?


El mandatario mantiene un contacto permanente con el pueblo. Foto: Estudios Revolución.

Confundir, sembrar tensiones, predisponer, dividir. Con esos objetivos a cuestas, difundieron por las plataformas digitales la imagen del supuesto cadáver de una mujer en plena calle de La Lisa, en La Habana, torpe montaje desmentido por las autoridades de la municipalidad.

No muy diferente resultó aquel video, supuestamente original, donde las personas abucheaban al presidente cubano al concluir su visita a Regla, una de las zonas más afectadas por el tornado que asoló a localidades habaneras en enero del 2019. ¿Será alguien capaz de injuriar a quien haya ido a constatar con sus propios ojos la magnitud de una tragedia como esa para buscar la forma de solucionarla?

Por si no bastaran los ejemplos, recuérdese la embestida mediática maquinada contra Manuel Marrero Cruz, luego de ser designado Primer Ministro por la Asamblea Nacional del Poder Popular, a propuesta del Presidente de la República, en el cuarto período ordinario de sesiones correspondiente a la IX Legislatura.

En la misma cuerda estuvo la circulación recientemente de audios en WhatsApp con falsos especialistas de instituciones médicas instando a desestimar las medidas implementadas por el Gobierno cubano para prevenir y controlar la pandemia.

Lastimosamente, hay quienes caen en esas trampas virtuales, por lo que la máxima dirección del país y del Ministerio de Salud Pública (Minsap) han recalcado la importancia de informarse a través de los medios oficiales, y para hacerle más expedito ese camino a las audiencias se ha diseñado, desde la institucionalidad, una estrategia articulada a la Política de Comunicación Social del Estado y del Gobierno cubanos.

Entre las expresiones más trascendentes al respecto pueden citarse la cobertura periodística al chequeo que cada jornada realiza el grupo temporal de trabajo para la prevención y control del nuevo coronavirus, encabezado por el presidente cubano y el primer ministro; la conferencia de prensa diaria del doctor Francisco Durán García, director nacional de Epidemiología del Minsap, y las Mesas Redondas televisivas con la asistencia de autoridades gubernamentales, funcionarios y expertos…

Al analizar este tejido comunicacional construido por varios actores en el actual escenario, el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), Ricardo Ronquillo Bello, exponía a la Agencia Cubana de Noticias que la información oficial ha sido precisa y directa y “se ha demostrado que había una necesidad de una mejor comunicación entre los voceros de las instituciones y la prensa para un mejor trabajo colectivo, lo que ya se está concretando”.

Distantes del periodismo amarillista —subrayaba Ronquillo—, los medios públicos cubanos se han vuelto más creíbles hoy y encaran, al propio tiempo, las campañas del gobierno de los Estados Unidos para desacreditar a Cuba, que llega al punto de invisibilizar la respuesta del país insular en el enfrentamiento a la COVID-19. Visto el caso, asistimos al “silencio como manipulación”, en palabras de la doctora en Ciencias de la Comunicación Rosa Miriam Elizalde, vicepresidenta primera de la UPEC.

Contrario a ello, esos medios y perfiles en redes sociales que hacen mutis a lo logrado por Cuba frente al SARS-CoV-2 —con el innegable aporte de la ciencia—, como parte de una campaña urdida para echarle lodo al sistema judicial cubano, intentaron convertir en superhéroe y prisionero político a un delincuente común: el contrarrevolucionario José Daniel Ferrer, otro vividor/mercenario a la caza de los billetes verdes.

Al menos para nosotros, la trama de #FreeFerrer terminó con una escena de antología: el tipo dándose cabezazos contra la mesa para aparentar mediante la autoagresión que era víctima del maltrato por los oficiales cubanos. Pese a la evidencia audiovisual, sus seguidores no desistieron de la algazara mediática.

En fin, el problema de quienes viven el idilio eterno con el odio hacia Cuba no es la limonada del Presidente Díaz-Canel, quien —con permiso de Fayad Jamís— está estrechamente atado “a la firme y dulce entraña del pueblo”.

Y lo está, a tal punto que en la visita que realizara el 6 de julio del 2018, en su condición de Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, a la finca La Gloriosa, del joven campesino cabaiguanense Yoandy Rodríguez, apenas llegó al ranchón de guano, con su camisa azul claro de mangas cortas, destilando sudor a borbotones después de caminar toda el área, cuentan que ni corto ni perezoso optó —entre el agua de coco, refrescos gaseados y jugos naturales— por una fría limonada para espantar el calor.

(Tomado de Escambray)

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